De vez en cuando hay que dejar que alguien ponga tu mundo
patas arriba. El cielo también quiere besarnos los pies y el suelo que lo
acariciemos con nuestras manos. El aprendizaje de hoy viene aquí, para que
sigas leyendo con la lección asumida y así podamos trabajar:
“Tienes veintisiete puertas de emergencia para salidas
inesperadas, ¿por qué te rindes si sólo has abierto una?”
El primer paracaídas es de un azul intenso. Lo llaman A, A
de arriesgarse. De enfrentarse al rechazo por lo desagradable que puede sonar
un “no” por respuesta.
El segundo es de color blanco. Lo llaman B, B de bailar, de
moverse al ritmo del tiempo con su vaivén de notas desordenadas.
El tercer paracaídas es de color café. Lo llaman C, C de
caerse, de equivocarse para luego aprender y seguir luchando con lo que has
aprendido.
El cuarto es dorado. Lo llaman D, D de decidir, de elegir tu
propio camino y tomar las decisiones que tú necesites y no las que quiera el
resto.
El quinto paracaídas es de color esmeralda. Lo llaman E, E
de esperanza, de no rendirse nunca y aprovechar cada oportunidad, porque las
cosas nunca pasan dos veces de la misma manera.
El sexto es de color fucsia. Lo llaman F, F de fuerza, de tener
el valor de no subestimar a lo pequeño, todos podemos conseguir lo que nos
propongamos.
El séptimo paracaídas es de color granate. Lo llaman G, G de
ganar, de ver que las pérdidas pueden ser ganancias.
El octavo es de color humo, así entre un gris y un blanco.
Lo llaman H, H de héroe, de entender que en la vida puedes ser el súper héroe
de alguien si consigues sacarle una sonrisa diaria.
El noveno paracaídas es de color índigo, un violeta azulado.
Lo llaman I, I de ignorar, de saber diferenciar lo que realmente importa en tu
vida, de lo que sólo te hace daño.
El décimo es de color jade, digamos que el color que tiene
una playa caribeña tranquila. Lo llaman J, J de jugar, de apostar tu vida a las
manos del destino sabiendo que es un barco sin norte.
El undécimo paracaídas es de color kiwi, como un verde
intenso pero comestible. Lo llaman K, K de kilometrar, de contar cada kilómetro
recorrido, con cada uno de los golpes de suerte.
El duodécimo es de color lavanda. Lo llaman L, L de
libertad, de sentirse independiente en la vida, de saber que puedes hacer lo
que quieras.
El decimotercero es morado. Lo llaman M, M de magia, de
tener la brujería en tu manos y enamorarte de cada letra que salga de tu
corazón.
El decimocuarto paracaídas es naranja. Lo llaman N, N de
nada, de que nadie puede impedirte que seas feliz, de que nada debe frenarte si
hablas de cumplir tus sueños.
El decimoquinto es de color invisible. Lo llaman Ñ, Ñ de
ñoñerías, de que se puede conquistar a alguien diciendo palabras bonitas,
siempre que se digan de verdad.
El decimosexto es oro. Lo llaman O, O de original, de ser
único y diferente para destacar sobre el resto haciendo lo que te hace sentir
vivo.
El decimoséptimo paracaídas es de color púrpura. Lo llaman
P, P de perfección, de ver absolutamente preciosas las imperfecciones que nos
hacen maravillosos.
El decimoctavo es de color queso, otro que también se puede
comer si tienes un poquito de hambre. Lo llaman Q, Q de querer, de desear que
la vida no se pierda mientras imaginas un futuro.
El decimonoveno paracaídas es rojo. Lo llaman R, R de
reacción, de enfrentarse al miedo con valentía, atreviéndose a mirarle a los
ojos.
El vigésimo es de color sepia. Lo llaman S, S de
sentimiento, de conmoverse con las letras de las canciones poniéndoles sentido
en tu cabeza, como si fuesen rompecabezas.
El vigésimo primer paracaídas es turquesa. Lo llaman T, T de
trabajo, de que el esfuerzo se vea compensado de alguna manera.
El vigésimo segundo es de color ultramarino, más del mar que
los demás. Lo llaman U, U de usar, de utilizar la mente como vía de escape
antes de hacer locuras de las que luego te arrepientes.
El vigésimo tercer paracaídas es de color verde. Lo llaman
V, V de volar, de saber que no hacen falta las alas si nuestro objetivo es
surcar el cielo.
El vigésimo cuarto es de color weige, aunque en realidad se
escriba beige. Lo llaman W, W de Walkie-Talkie, de que a veces la comunicación
falla y nos hace falta algo de ayuda externa.
El vigésimo quinto paracaídas es xántico, un color amarillo
pollo donde los haya. Lo llaman X, X de xilófono, de instrumento que pone la
banda sonora en tu vida.
El vigésimo sexto es de color yodo. Lo llaman Y, Y de
yuxtaponerse, de arrimarse a lo que quieres sin importar los obstáculos a
superar para llegar.
El vigésimo séptimo y último paracaídas es de color zafiro.
Lo llaman Z, Z de zarpar, de salir corriendo si esta larga e interminable lista
de paracaídas para emergencias no sirve.
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